En cualquier caso y para ser un poco consecuente con mis principios, constestaré a la cadena pero convirtiéndola en una vía muerta y sin retorno. Vamos, que no voy a ‘joder’ a nadie más pasándoselo… 😉
Y ahora sí, aquí van 5 de mis hábitos que otros podrían considerar extraños (para mi son normalísimos, entendedme):
- Orden (y concierto). No me siento cómodo entre el desorden caótico, pero tampoco en el orden absoluto: necesito un término medio para sentirme cómodo. Me refiero, claro, a los ámbitos en los que vivo (mi casa, la oficina…). Cuando todo está púlcramente ordenado me da la sensación de que se trata de un escaparate y si hay demasiado desorden me bloqueo y no se adonde acudir, así que he desarrollado una especie de piloto automático y totalmente insconciente que, al tiempo que hago cualquier otra cosa, ordena o desordena ‘ligeramente’ las cosas. ¿Tendría futuro si lo patento?
- Algorítmica. Me encanta cocinar y me relaja muchísimo meterme en la cocina pero desgraciadamente soy muy poco creativo, posiblemente por inseguridad. Puedo improvisar pero no me acabo de sentir agusto. Para que me sienta cómodo necesito seguir ‘el algoritmo’, tener todos los ingredientes y pesarlos o medirlos antes de usarlos. Eso si, hago verdaderas maravillas y todas, todas, perfectamente repetibles.
- Necesito mangas cortas… para saber que todo va bien. O algo así decía la canción de…. ¿de quien diablos era?¿Tequila?¿Los Elegantes? No lo recuerdo… era la época de «Aplausos»… bufff… que viejo soy ya! La cosa es que no se si por influencia de aquellos años (o por cualquier otra cosa), soy incapaz de hacer nada sin ‘arremangarme’. Casi nunca llevo camisas de mangas largas (y cuando las llevo tardo menos de 10 minutos en levantarme las mangas) y tengo todos los jerseys y sueters con las mangas ‘dadas de si’ de subírmelas hacia arriba.
- Olores. Tengo un olfato finísimo y me dejo llevar tanto por este sentido como por la vista. Desconfío de la gente cuyo olor no me gusta (no sólo si huelen mal, ojo, sino también si no me gusta su perfume y/o colonia) y lo paso francamente mal en los autobuses y metros llenos de gente los días de verano.
- Sabores. Es otra de las reminiscencias de nuestro pasado animal por la que me dejo llevar. Disfruto muchísimo comiendo y probando nuevas comidas (si hay algo que no conozco en la carta de un restaurante es muy probable que lo pida) y desconfío de esas personas que parece que comen exclusivamente por necesidad y aseguran que «cuando inventen unas pastillas para comer como los astronautas será una maravilla». Espero que si ese día llega alguna vez mantengamos «restaurantes de antiguedades».