Desde hace ya unos años se alerta de la proliferación de individuos con claros síntomas de psicopatía en los puestos de mando intermedios de las empresas. ¿A qué se debe esto? Por un lado sus particulares características les facilitan el ascenso en un mundo laboral tan competitivo como el presente. Por otro, se trata de personas muy útiles en determinadas funciones para las empresas que sólo piensan en el corto y el medio plazo. La mayoría.
El perfil de estos individuos suele ser reconocible. Se trata de personas narcisistas, inseguras, mediocres en su trabajo (aunque buenos estrategas que saben jugar sus bazas), sumisos con sus superiores, intrigantes, volubles, envidiosos, poco escrupulosos con los medios a usar para conseguir lo que quieren y con grandes ansias de poder. A menudo acaban confundiendo sus intereses con los de su empresa y no dudan en usar los recursos de la misma (materiales y humanos) para resolver sus propias necesidades.
El psicólogo Iñaki Piñuel los bautizó hace ya años como «jefes tóxicos» en su libro «Jefes tóxicos y sus víctimas«, editado por El País Aguilar. Yo he tenido la mala fortuna de cruzarme con algunos (uno de ellos un retrato de libro de lo que cuentan los estudios) y creedme que no suelen generar lo que se dice un ambiente agradable…
Existe un artículo bastante ilustrativo de M. Muñoz llamado El Jefe Psicópata. En el se habla, entre otras cosas, sobre el origen de estas psicopatías:
Generalmente son personas que guardan en sus genes la mala formación de la infancia, malos tratos y violencia, abuso sexual en su niñez o malos recuerdos de sus padres, sea por haber sufrido personalmente la violencia o por haber vivido en un ambiente ingrato. Iñaki Piñuel y Zabala es drástico al decir: «Sencillamente no han aprendido a obrar de otro modo. Aún peor resulta cuando además en la organización se asume de manera global y errónea que éste es el mejor modo de hacer frente a la creciente competitividad, la presión de los costes, las demandas de los clientes, o la reducción de los tiempos de respuesta al mercado.
La principal función que la empresa busca de estos individuos es espolear al personal para que sobretrabaje y rinda por encima de sus posibilidades (a sabiendas de que acabarán quemados y habrá que reemplazarlos) y generar competitividad entre los diferentes grupos de trabajo que están bajo su mando. Las personas que más sufren al jefe psicópata son sus inmediatos subordinados: la gente que tiene que tratar directamente con él en inferioridad de condiciones. La mayoría de las veces estos participan en el juego de intrigas y desgaste que su superior les exige transmitiendo la presión hacía abajo en la cadena de mando (que es lo que se busca) y mirando hacía otro lado cuando uno de sus compañeros se encuentra en el punto de mira de sus arbitrariedades. Algunas veces lo hacen por miedo a perder su puesto de trabajo. Otras tratando de satisfacer sus propias ambiciones. Cuando uno de estos colaboradores no accede a los caprichos del psicópata y actua a modo de dique de contención comienza el acoso hasta que se marcha o acaba apartado y sustituido por alguien más receptivo. M. Muñoz enumera en su artículo los principales mecanismos de ataque que suelen usar en estas ocasiones:
- Asignarle objetivos o proyectos con plazos que se sabe inalcanzables ó imposibles de realizar, con tareas que son manifiestamente inacabables en ese tiempo.
- Quitarle áreas de responsabilidad clave ofreciéndole a cambio tareas rutinarias, sin interés, o incluso ningún trabajo que realizar («hasta que se aburra y se vaya»).
- Ignorarle o excluirle, hablando sólo a una tercera persona presente, simulando su no existencia o no presencia física en la oficina o en reuniones a las que asiste («cómo si fuera invisible»).
- Retener información crucial para su trabajo o manipularle para inducirle a error en su desempeño laboral y acusarle después de negligencia o faltas profesionales.
- Extender por la empresa rumores maliciosos o calumniosos que reducen su reputación, su imagen o profesionalidad.
- Infravalorar o no valorar en absoluto el esfuerzo realizado mediante la negación a reconocer el trabajo bien hecho o la renuencia a evaluar periódicamente su trabajo.
- Ignorar los éxitos profesionales o atribuirlos maliciosamente a otras personas o elementos ajenos a él como son : la casualidad, la suerte, la situación del mercado, etc…
- Criticar contínuamente su trabajo, sus ideas, sus propuestas, soluciones, etc… caricaturizándolas o parodiándolas.
- Castigar duramente cualquier toma de decisión o iniciativa personal en el desempeño del trabajo como una grave falta al deber de obediencia debida a la jerarquía.
- Gritar, chillar, avasallar, insultar al otro cuando está solo o en presencia de otros.
- Ridiculizar el trabajo, las ideas, los resultados obtenidos ante los demás trabajadores».
- Animar a otros compañeros a participar en cualquiera de las acciones anteriores por persuasión o coacción o abusando de superioridad.
- Invadir la privacidad del acosado interviniendo su correo, teléfono, revisando sus documentos, armarios, cajones, etc…, sustrayendo maliciosamente elementos clave para su trabajo.
Desgraciadamente hay muy pocas soluciones para estas situaciones porque, como ya hemos dicho, suelen ser consentidas por la dirección de la empresa. Además, probar un caso de mobbing suele ser extremadamente difícil porque, entre otras cosas, encontrar testigos resueltos a apoyarnos es una ardua tarea. Al final los trabajadores optan por sobrevivir como pueden o marcharse a otro lado y muy pocos afrontan la situación y demandan al acosador.
CC.OO. editó hace unos años «Acoso psicológico en el trabajo (mobbing)» dentro de su colección de Cuadernos Sindicales. El cuaderno está libre para su descarga desde el anterior enlace y es una referencia bastante completa para quien desee profundizar en estos asuntos.