En estos cuatro episodios se ve violencia cruda (casi, casi del estilo de una película de Tarantino, así que nada de dejarse ir por el entusiasmo y verla con vuestros pequeños), fabulosas y bastante realistas coregrafías en las peleas (donde el bueno del señor Murdock se lleva unas mantas de palos increíbles) y personajes secundarios bien construidos. Foggy Nelson está para invitarlo a salir, Karen Page y Claire Temple tampoco desmerecen… y el Kingpin interpretado por el enorme Vincent D’Onofrio convence desde los escasos minutos en que hace su aparición al final del tercer episodio y llena la pantalla aún sin necesidad de las decenas de kilos extras con que estamos acostumbrados a verlo en los comics. Las referencias al resto del universo Marvel u otros super heroes se han limitado, por el momento, a la mención indirecta a la llamada «Batalla de Nueva York» con que cierra la primera película de Los Vengadores, pero tampoco se han echado en falta, la verdad. Imagino que irá apareciendo alguna referencia adicional a medida que la serie avance y también nexos de unión con futuros productos de la casa (ahí está la señora Temple, por ejemplo).
La serie, para que nadie se llame a engaños, está más enfocada en el plano de los heroes que en el de los super. No esperes superpoderes, deslumbrantes uniformes ni grandes efectos especiales. Es, por simplificar, la historia de un tipo muy duro que reparte caña entre los malos, disfruta mientras lo hace y luego se atormenta por haberlo hecho. Pero todo muy bien contado, de veras.
Visto lo visto, los trece episodios me van a saber a muy poco, creo. Menos mal que a final de año tendremos disponible la serie dedicada a Jessica Jones y el año que viene la de Powerman. Más tarde llegarán Puño de hierro y, finalmente, una quinta serie sobre los Defensores que unirá a los cuatro personajes anteriores y cerrará la saga. ¡Larga vida a Netflix!