- 1/2 kilo de Almejas (mis favoritas son esas grandes y carnosas que llaman ‘de carril’)
- 4 dientes de ajo
- 1 cebolla
- Pimentón molido (de La Vera si puede ser, por supuesto)
- 2 rebanadas de pan duro
- Aceite de oliva
- Vino blanco
- Perejil
Para que las almejas estén bien limpias de tierra conviene tenerlas un par de horas antes en un plato hondo o una fuente con agua y sal y cambiarles tres o cuatro veces el agua. Ni que decir tiene que las almejas tienen que estar vivas con lo cual lo mejor es cocinarlas el mismo día que las compremos. Si necesitáramos que aguanten un día más un buen truco consiste en guardarlas envueltas y bien apretadas en un paño de cocina húmedo y en un lugar fresco, pero si puede evitarse no merece la pena arriesgarse. Tampoco conviene cocinarlas el día antes así que ya sabeis: si es posible hacedlas el sábado por la mañana.
Picamos bien los dientes de ajo y la cebolla y lo freímos todo. Lo retiramos y en el mismo aceite freimos también dos rebanadas de pan duro. Cuando el pan está listo lo retiramos y, de nuevo en el mismo aceite (aunque quizás haya que añadir algo) la cucharada de pimentón y, sin esperar a que se fría demasiado (el pimentón ‘amarga’ cuando se quema) vertemos el aceite y el pimentón en un vaso de la picadora junto con la cebolla, el ajo y el pan frito. Añadimos un diente de ajo crudo y un poco de agua y lo picamos todo.
En una sarten adecuada a la cantidad de almejas que vayamos a hacer (para que no estén demasiado apretadas lo cual les impediría que vayan abriendo) echamos un chorreón de aceite y, cuando esté bien caliente, echamos las almejas. Cuando las almejas empiecen a abrir añadimos el picado anterior y un chorreón de vino blanco. Le damos un par de vueltas a todo para que se mezcle bien, esperamos un par de minutos más hasta que todas las almejas esten abiertas, añadimos un poco de perejil fresco picado y directamente a la mesa
Una advertencia: es muy difícil resistirse a ‘hacer barquitos’ así que abstenerse en las cenas de etiqueta 😉