Hoy todos los periódicos abren contando que, una vez pasados los primeros meses, ni el carnet por puntos ni el aumento de los radares de control funcionan como elementos disuasorios. En ese sentido me he acordado de una conversación que tuve hace ya muchos años con el jefe de seguridad de una gran superficie (Continente, ahora Carrefour). Este señor me comentaba que cuando abrieron los primeros centros en España comenzaron a usar los mismos sistemas que usaban en Francia: personal de seguridad de paisano que vigilaba de incógnito para coger a los eventuales ladronzuelos. Al poco tiempo se dieron cuenta de que ese sistema aquí no funcionaba: la proporción de robos en nuestro país era mucho mayor y la gente no se sentía intimidada a menos que la vigilancia fuera evidente. Si colocabas en distintos puntos a señores de uniforme de forma que fuesen visibles los resultados mejoraban.
¿Cual es el problema de esta segunda medida? Pues que necesitas a más personal pero que, al menos en el caso de un supermercado, no precisa estar tan bien formado: basta con que de el tipo luciendo el uniforme y tenga cara de pocos amigos. ¿Y es exportable este modelo a nuestras carreteras? Pues posiblemente no del todo (hay muchos más kilómetros que cubrir y un horario más amplio de servicio) pero viendo la prudencia con la que nos comportamos cuando avistamos a una pareja de guardias civiles de tráfico quizás esta sea la única medida efectiva mientras que, en paralelo, se educa mejor a las nuevas generaciones de conductores.