Odio el humanitarismo ñoño. Lo que separa a los individuos de nuestra especie de los animales salvajes (…) es que son capaces de matar por gusto, no por supervivencia; que fabrican armas de aniquilamiento indiscriminado; que explotan a sus semejantes para obtener de ellos mucho más de lo que su supervivencia reclama; que, llegando a los extremos más aberrantes de la depravación y la barbarie, pueden incluso apoyar electoralmente a Acebes y a Zaplana.
Nada de lo que tópicamente se califica de humano es realmente propio de la raza humana. Suele aludirse a gestos excepcionales, nada representativos.
Lo humano no es una mierda, porque la mierda puede reutilizarse y servir para algo.
Lo dice hoy Javier Ortiz en sus Apuntes del Natural y lo suscribo por completo (incluido el «chiste» electoral) e incluso lo ampliaría con algunas estupideces más cotidianas (aunque, afortunadamente, menos dañinas) con las que los humanos tenemos la «sana» costumbre de maltratarnos entre nosotros a diario.
(Se que no es una nota muy optimista para volver de este pequeño retiro de casi una semana, pero es lo que hay… Procuro arreglarlo en unas horas. Palabra.)