Este modelo de FP se imparte en varios países europeos pero es en Alemania donde tiene una mayor implantación y tradición y por eso se lo publicita como FP Dual Alemana. Su regulación por ley se hizo allí en el año 1969 y en la actualidad «sólo» alcanza al 50% del total de matriculados de Formación Profesional. Está orientada sobre todo a las titulaciones relacionadas con los sectores industrial y de comercio y tiene escasa o nula presencia en titulaciones de otros sectores como sanidad, educación o servicios sociales. En los últimos años está experimentando cierto retroceso y cada vez son menos los estudiantes que pueden optar por este modelo y más los que se incorporan a la Formación Profesional reglada muy similar a la de nuestro país con un periodo de prácticas al final de los estudios. Puede que se trate de algo coyuntural a causa de la crisis pero, en ese caso, no parece ser un buen momento para incorporarlo a nuestro sistema educativo.
La implantación de este modelo de FP ya se ha probado con anterioridad en Euskadi, la comunidad autónoma que realiza una mayor inversión por alumno de nuestro país y los resultados no han sido positivos. De hecho, allí se piensa que el modelo no es trasladable.
Los estudiantes que optan a este modelo de FP no se matriculan en un centro educativo, sino que envían su solicitud a una de las empresas participantes que es la que realiza la selección de candidatos. Por un lado parece lógico que la empresa que les va a contratar y a sufragar una parte importante del coste de su formación participe en este proceso de selección, pero también es preocupante que no se va a tratar de un sistema universal y que muchos candidatos podrían quedar excluidos en este primer filtro y por motivos que pueden ser dudosos y cuestionables (sexo, raza, edad, etc.) cosa que nunca jamás debería de ocurrir con un sistema educativo público.
Las empresas que quieran participar en este sistema precisan de una infraestructura apropiada con empleados específicos que trabajen como formadores dentro de su plantilla y que deben de haber superado unas pruebas de idoneidad. Esto supone una inversión importante a sumar al coste que les supone contratar a los alumnos (sueldo, cotización, impuestos, etc.). En Alemania los estudiantes reciben entre 500 y 800 euros al mes según la región, el sector y el año de estudio. Puesto que en Alemania el salario medio es el doble que en nuestro país (allí no existe el salario mínimo así que no podemos comparar este parámetro), aquí podríamos esperar sueldos de entre 250 y 400 euros al mes. Allí el coste para la empresa por alumno y curso es de aproximadamente 18.000€. Pongamos que aquí pudiera hacerse por la mitad. Sabiendo que el coste mínimo por contratar a un empleado en España pagándole el salario mínimo ronda los 11.000€ y conociendo las circunstancias actuales, resulta evidente que a una empresa le resultaría mucho más cómodo y rentable a corto plazo contratar a alguien ya formado y por un coste muy similar.
En España en los años 80 ya se barajó la introducción de este modelo de formación y se descartó porque las empresas no estaban dispuestas a asumir estos costes. De hecho, el modelo español de formación profesional que se imparte en la actualidad y que incluye un trimestre de prácticas al final de los dos años, cuando el alumno ya está formado, se realiza de forma que el alumno no cobra y a la empresa no sólo no le cuesta nada sino que se la recompensa económicamente. Aún así, en algunos sectores a veces es bastante difícil encontrar empresas dispuestas a hacerse cargo de este trimestre de prácticas. Si esto es así con nuestro modelo actual ¿aceptarán nuestras empresas pagar costes de esta magnitud por admitir a alguien sin ningún tipo de formación?
Supongamos por un momento un modelo alternativo para adaptar el sistema a nuestra realidad en el que se subvencione fuertemente a las empresas en lugar de hacerlas partícipes de los gastos. En este caso se corre un grave riesgo de fraude. La empresa tiene durante tres años a alguien que está cobrando un sueldo aunque no haga nada y por quién percibe dinero y/o bonificaciones fiscales de algún tipo. También podrían aprovecharse para contratar durante tres años a alguien sin necesidad de formación y subvencionado por el estado. Que esto no es Alemania, no nos engañemos…
La formación en este modelo se reparte de forma que el alumno asiste uno o dos días al centro de estudios y tres o cuatro a la empresa. Es decir, entre el 60% y el 80% de su formación estará fuertemente orientada a lo que se haga en esa empresa en particular y no necesariamente al trabajo común del sector profesional de su especialidad ¿Estará ese profesional en condiciones de encontrar trabajo en otra empresa diferente de la que lo formó, si lo necesita? ¿En un momento en el que se nos pide que no pensemos en un trabajo para toda la vida es lógico introducir un cambio en el sistema educativo que pretende formarnos como si así lo fuera?
Lecturas y referencias:
- La formación profesional dual en Alemania
- El modelo dual de la FP alemana
- El sistema dual de la Formación Profesional en Alemania
- El País: El dorado de una FP a la alemana
- El País: Formación dual alemana
- Wikipedia: sistema de educación secundaria en Alemania
- La diferencia de gasto educativo alcanza el 70% entre comunidades autónomas
- Coste mínimo por empleado
- El salario medio en España es casi la mitad que el de Reino Unido, Holanda y Alemania
ACTUALIZACIÓN (y II): El informe que recientemente ha publicado ADIMAD (Asociación de Directores de Institutos de Educación de Secundaria de Madrid) coincide en gran parte con las reflexiones que aquí he planteado.
ACTUALIZACIÓN (y III): Experiencia de primera mano de un alumno de segundo año de la primera promoción de DAM (Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma) de la primera promoción de FP Dual en el IES Clara del Rey.
ACTUALIZACIÓN (y IV): Me he enterado recientemente de otro motivo de preocupación sobre la forma en que se está implantando este modelo en nuestro país. Si la empresa decide suspender el contrato con el alumno en cualquiera de los dos años que dura su formación, el centro educativo se ve en la necesidad de expulsarlo sin ningún tipo de titulación o alternativa. Suena mal ¿verdad? En el curso pasado (2013-14), sin embargo viví en primera persona un caso en que la empresa decidió expulsar a un alumno después de su primer año y el centro donde estudiaba decidió «reubicarlo» en el segundo año del mismo ciclo en su modalidad presencial. Algo insólito puesto que los planes de estudios son muy diferentes y el alumno en cuestión no entraba en igualdad de condiciones con sus compañeros. No se cual de ambas soluciones es peor, la verdad…
ACTUALIZACIÓN (y V): Otra opinión de alguien que parece conocer bastante bien este sistema desde dentro.