Publicada en La República a raíz de la recepción del nuevo embajador españor en la Santa Sede
Al Señor Don Joseph Ratzinger (también llamado Benedicto XVI)
Jefe del Estado Vaticano Ciudad del VaticanoEstimado señor:
He sabido que hoy, en la recepción de cartas credenciales del Embajador de España ante la Santa Sede ha manifestado Vd. su respetable opinión sobre la regulación legislativa que tienen en España el matrimonio, la educación y el aborto.
Como ciudadano español, entiendo que, en aplicación del principio de reciprocidad, leerá Vd. gustoso mis opiniones sobre algunas regulaciones legislativas y práctica ordinaria del poder ejecutivo en el Estado Vaticano.
La imposibilidad de que las mujeres accedan al cargo que Vd. ocupa, así como a la mayor parte de los altos cargos, reservados para cardenales, obispos, presbíteros y diáconos, es una violación efectiva de los artículos 2 y 7 de la Declaración de los Derechos Humanos.
El hecho de que la persona que ocupa su cargo, así como los miembros del colegio cardenalicio, pierdan automáticamente su cargo si contraen matrimonio es contraria a lo que dispone el artículo 17 de la Declaración de los Derechos Humanos.
El hecho de que la totalidad de los funcionarios de la administración que Vd. dirige (incluyendo las fuerzas policiales) tenga la obligación de profesar la religión católica infringe los artículos 2, 7, 12 y 18 de la citada Declaración.
El monopolio estatal de los medios de comunicación en el Estado que Vd. gobierna muestra que, en la práctica, el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no está siendo aplicado en el Estado Vaticano.
La ausencia de elecciones periódicas en las que participen todos los ciudadanos de su Estado me permite afirmar que el artículo 21 de la Declaración tampoco está siendo de aplicación en ese Estado.
Finalmente, el poder absoluto que ejerce Vd. en el Estado Vaticano, que incluye el nombramiento de los órganos de justicia, hace de imposible aplicación el artículo 10 de la misma Declaración.
Sr. Papa, confío en que tenga en cuenta mis palabras, no dictadas por ninguna divinidad, sino por el deseo de que en todos los pueblos de la Tierra los Derechos Humanos sean una realidad, y promueva pronto las reformas legislativas que conduzcan en su país a la efectiva separación de poderes, a la instauración de la democracia como régimen de gobierno, a la ausencia de discriminación sexual y religiosa, a la libertad de expresión y a la libertad para contraer matrimonio sin que ello conlleve la pérdida de dignidad política alguna.
Quizá, cuando se resuelva lo anterior, en otra carta futura me refiera a la libertad de educación para que los padres vaticanos puedan inscribir a sus hijos en colegios laicos, de la libre disposición de su cuerpo por parte de monjas y seglares vaticanas, para que puedan abortar libremente, y de la libertad de orientación sexual para que todos los ciudadanos vaticanos, incluyendo desde luego a los cardenales y obispos y a Vd. mismo, puedan contraer matrimonio, si así les place, con alguien de su mismo sexo.
Le agradecería mucho que me comunicara las iniciativas que tenga pensado abordar para la mejora de los Derechos Humanos en el Estado Vaticano.
Reciba Vd. un atento saludo,
Javier Sampedro Vaca
El enlace original a la carta aquí.
Lo siento Pancho. Espero que no te lo tomes a mal pero aunque tengas razón pienso que hay que cuidar un pelín las formas…
Ja,ja,ja. ¿Por qué no pasa del Papa todo el mundo? Que sigan con sus milongas, si la gente ya no le hace ni puto caso.
¿Qué le molaría vivir en la Edad Media? Pues vale, que haga lo que quiera, que diga lo que quiera: si le ignoramos, si pasamos de él, perdera notoriedad hasta convertirse en un personaje anecdótico. Asi de sencillo.
Es como en los cuentosd de hadas: si dejamos de creer en él, desaparecera … 😉
Pero bueno, qué hace la ONU que no manda a tropecientos mil cascos azules a arreglar tan tremendo desaguisado? Este Koffi.
En cualquier caso no se puede pedir a organizaciones arcaicas como son todas las grandes religiones que acepten algo aprobado hace menos de cien años. Pero qué se creen estos modernillos?
¿Por qué el señor Ratzinger se queja del estado actual de la asignatura de religión? Nunca ha habido tanta libertad como ahora en la que todo aquel católico puede decidir que sus hijos impartan esta materia mientras que los que no lo son pueden elegir otra. Desde el Vaticano sólo saben imponer (eso de elegir no les interesa porque igual se quedan solos).