Ayer 11 de noviembre fue el día de San Martín de Tours y en mi casa hubo matanza. Eso si, una matanza un poco diferente a la convencional. Desde hace ya tiempo acostumbramos a comprar a principios de año una hucha de las de barro con forma de cerdito de toda la vida y acordamos una forma de recaudar impuestos que varía para cada año: apuestas mensuales, «sisar» el dinero que dejamos olvidado por ahí, un pequeño impuesto por levantarse el último de la cama (esa parece que será la forma convenida durante el año que viene…). El día de San Martín «matamos» al cochino y usamos el dinero recaudado durante todo el año para comprar un jamón y, si llega, otras chacinas ibéricas de cara a las navidades.
Se trata de un tipo de matanza más «light» y acorde a los tiempos que nos ha tocado vivir pero casi igual de gratificante. Ayer el cochino casi no chilló 🙂
Qué buena Josemaria XDDDD.
Yo, como soy mitad de pueblo, mitad urbanita he podido presenciar en el pueblo de mi padre muchas matanzas reales, y quitando la penita que da por los animales, luego es una verdadera fiesta familiar y única temporada en que nos juntamos todos.
¡Y yo que pensaba que las matanzas eran el pasado! No hay nada como la reconversión industrial… o no sé cómo llamarla… tecno-global-ecológica??? Yo tengo hucha de cercito para mi hijo, que no para de insistir en abrirla para los más variados menesteres y una mía que es un antiguo cenicero y, por tanto, abierto. Eso quiere decir que no ahorro nada porque siempre está sableada. Me voy a pensar tener un cerdito rosita propio.
Os veo el año que viene dando rápidos golpes de cintura para ver quien se desploma rápidamente por el borde de la cama.
En mi caso no podría porque mi pareja siempre se despierta antes que yo, y ahora con el embarazo además no duerme así que peor. Mi opción sería poner directamente un vale por una paletilla en el cerdito.
Buena suerte en la competición.