De vez en cuando me pasa y me obsesiono con un libro. Afortunadamente no me ocurre muy a menudo porque me quedaría sin amigos ya que me vuelvo bastante insoportable y no hago más que darle vueltas a la misma conversación hasta que se me pasa o me olvido… Ahora llevo unos días enganchado con «Estado de Miedo» de Michael Crichton. Oí hablar por primera vez de este libro en el blog de Antonio Zugaldia hace ya unos meses y tan pronto como me enteré de que había sido editado en una colección de bolsillo lo anoté en mi lista de deseos. Y así me lo trajerón los Magos hace unos días.
La trama del libro gira alrededor de una gran organización ecologista que no duda en utilizar a fanáticos eco-terroristas con objeto de provocar de forma artificial grandes catástrofes de forma que parezcan naturales y así amplificar la repercusión de sus mensajes y amenazas. Y, ya de paso, «hacer caja» claro.
A mi juicio no es un buen libro. La trama resulta a veces demasiado previsible y los personajes y situaciones son bastante ñoños. No obstante es de lectura fácil y no se hace pesado. Un best-seller típico, vamos. Pero es el transfondo del libro y la amplia documentación que lo acompaña (gráficos, referencias a textos y artículos científicos, veinte páginas de bibliografía) lo que te engancha despertándote un razonable escepticismo hacía algunas de las causas ecologistas que has defendido con ardor durante toda tu vida y que jamás te has atrevido a poner en duda.
¿Es concebible que detrás de la alarma provocada por la amenaza del calentamiento del planeta haya una estrategia política o económica? A fin de cuentas no es la primera vez que hemos vivido ocasiones similares en el pasado reciente. Tuvimos el llamado efecto 2000 que prometía paralizar los sistemas informáticos de quien no estuviera preparado causando caos, confusión y cuantiosas pérdidas económicas. A la sombra de este «gravísimo problema» prosperaron una gran multitud de consultoras de informática causando la mayor demanda de personal que jamás ha habido en nuestra profesión. A principios de 2000 comenzó la verdadera crisis cuando hubo que despedir u ocupar a tanto informático real o reconvertido. No se conoce ningún caso grave tras el cambio de siglo en ningún sistema informático y llevo muchos años trabajando en esto como para creerme que todo el mundo auditara sus sistemas ni que todos los que lo hicieron realizaran tan bien su trabajo.
Hace mucho menos tiempo, y con un tono más comparable al del cataclismo que se nos promete si no hacemos algo para remediar el cambio climático, tuvimos la letal amenaza de la gripe aviaria. Hoy día, después de toda la alarma social provocada, se reconocen unos 176 casos de esta gripe en todo el mundo de los cuales han muerto 97. No es por quitarle importancia a estos casi 100 muertos pero no parecen gran cosa para la prometida epidemia mundial. Laboratorios Roche, mientras tanto, sigue poniéndose las botas vendiendo Tamiflú a gobiernos y particulares con mensajes tan alarmistas (echadle un vistazo a la página oficial de ese medicamento que no tiene desperdicio) que parecen sacados de una mala película de terror. A lo mejor la epidemia llega en algún momento y el 50% de la población humana que sobreviva me echa en cara estas palabras tan ligeras pero por el momento de lo que si estoy seguro es de que hay unos pocos sinverguenzas de la industria farmaceútica que están cerrado muy bien sus cuentas de resultados durante estos años de incertidumbres.
¿Existen dudas razonables para pensar que el cambio climático y sus consecuencias no sean tal y como nos lo cuentan?¿Tal vez son estas contra-teorias las estrategias de la industria para sembrar dudas y confusión?¿Quizás hay ocultos poderes económicos y politicos en ambas posturas? Yo por el momento no tengo una opinión clara y si muchas dudas… Quizás «An inconvenient truth», o el libro del mismo nombre avalados por Al Gore y presentados recientemente, sean un buen contrapunto para formarme una opinión. O ya acabar de enredarme del todo la que tengo… 🙁